Diario Aurora de Chile

Número
Especial
Año:
2001

DE LA DESAPARICIÓN, DE LA POESÍA CHILENA

Poesía: esto puede significar una muda de aliento. P. C., El meridiano.

De la desaparición, de la poesía chilena: en su abierta simplicidad, esta frase, o casi frase (sin verbo que la sostenga), machimbrara en su anticipo más de una lectura — a destrenzar. Todo pareciera concentrarse en el valor meridianamente errante de una marca mínima, un signo de puntuación arrojado ahí, en medio de un nombre o título, una coma. Fuerza del parecer, hoy, su accidentada proveniencia, ‘oc- cidental’: la coma, del griego kómma, es (también) corte.

De la desaparición, de la poesía chilena — esto pudiera mostrar de entrada, si atendemos por de pronto a un cierto valor reversible de la coma, que al hablar de la desaparición (acontecimiento, en la punta de la lengua, históricamente marcado, y no atemporal concepto) hablamos de facto de la poesía chilen . (Y de facto es lo que hacemos, pura inminencia en acto). Que al hablar de la desaparición hablemos de la poesía chilen , que la poesía chilen y la desaparición guarden tal intimidad al punto que, siguiendo con tal puntuación, una afecte singularmente a la otra y viceversa, he ahí un dato aparentemente inaceptable y/o imposible — sino monstruoso. Será preciso una demora con cuidado sumo aquí. El acto de hacer desaparecer — personas, por caso o caída, en Chile, en la Meridional América, en un pasado reciente (y acaso no sólo reciente), de manera “consciente” y “sistemática”, por “motivaciones políticas”, esto es, el “secuestro permanente” y/o el asesinato y la ocultación del cadáver, por parte de un (institucionalizado o no) régimen de facto, eso, decimos, es un hacer calculado — no aún la desaparición. La desaparición habrá sobrevenido sin meditación; le ocurre singularmente a uno, a una, a su cuerpo o cadáver — a sus restos. La desaparición: (extraña) pasión que afecta a quien o, acaso, a aquello que pareciera ya no poder padecer o sufrir experiencia alguna — pasión en el límite de la pasión, allende cualquier estética sensibilidad (allende, de paso, cualquier eventual “estética de la desaparición”). De la experiencia de la desaparición ningún desaparecido o desaparecida habrá podi do testimoniar jamás. La desaparición interviene como aquello imposible de narrar por testigo de facto alguno, tal innombrable radical. ¿De la desaparición, de la poesía chil n ? Una cierta, desde ya, dada y datada vecindancia, imposibilidad: la poesía ch l n , tal prestado nombre de aquello que se sustrae a todo nombrar. No que la “poesía chilena” haya venido a tomar, violenta o piadosamente, el lugar de tal o cual desaparecido, o de los desaparecidos en general, en una economía del intercambio metafórico (compulsivo), reconciliando de paso y suturando heridas de facto insuturables. Ni restitución ni sustitución; corte en la cadena tropológica, pausa extrema. Sino — contigüidad irreversiblemente reversible en la cesura — de la poesía chilena, de la desaparición. De la poesía chilena — ni la literatura, si arte de la palabra, ni la oraliteratura nada zanjan aquí —, entonces, hoy: extrañable, extraña (verbo y adjetivo) pasión.

Todo pareciera concentrase en el valor meridianemente abierto de la coma, corte y/o suspenso. Decimos. Todo — salvo la desaparición. Si la poesía chilena, su corpus, tal poesía nacional y paisajísticamente identificada o identificable y, en el límite, la poesía como tal — allende el tamborileo mediumediático, “evento” o máquina artístico-cultural — de facto habrá venido a ser afectada por la desaparición, tal vez, ésta, sólo lo viene aquí a subrayar: la poesía (“chilena” o no), ni viva ni muerta, está en la coma,