Intemperie

Conmemoración de inciertas fechas y otro poema

Autor
Andrés Ajens
Año:
1992

Dos poemas, traducción al francés por O. Ragasol.

[Porque llegas a lo estrecho (p. 31), in rev. Quaderno nº 1, Nantes, junio, 1998]


Parce que tu arrives à l’étroit, par les détroits langue
contre langue,
tu portes la marque des douanes.

Parce que tu renoues une Mémoire sans la moindre réminiscence,
à I’extrême,
iI remonte le cours des ans, traînant derrière lui ses glaçons.

Parce qu’avec eux émigrent les noms en terre étrange :

ne demande pas pourquoi ulysse et non pas l’autre, le généralissime, a livré en offrande les sept lesbiennes, quand toi, une oreille offerte au “tourbillon des métaphores”, aux signes tu te fiais.

Là encore : nul ne détient l’ultime parole, celle qui tisse.
encore maintenant : je te conduis vers les voix de (Nueva) Extremadura.

(Stil-
leben
).

-/-

[Un ojo de voz (p. 27), in rev. Prétexte nº 21/22, París, 1998]

.

un œil de voix découvre le terroir ouïe, lisière mère, sa ruine:
jusqu’à elle traverse février.

sur ces bords, par-delà les plaines de la patiente, les pas d’eau ne retentissent presque plus.
en traversant l’unique fil, en bas, les trois maries ; en haut, aux pieds du poukara, l’agneau involontaire pour la lune de sel — la voix féminine arrivée au fond des volcans et des grottes arctiques (graux). respire! l’ange métamorphosé agonise, chaman, docteur gangétique, damiel? (bruno ganz), con la promesa del mundo sollozando entre su piel : (travelling latéral) : il plonge les doigts dans la bouche avec des gouttes de son propre sang, et son visage tout entier s’illumine.

en rentrant, le fil d’un coup
sec
s’est rompu? il résonne, l’œil ?

El ojo que nos lee

por Marcelo Novoa

La videncia de la literatura y la evidencia del literato han hallado nueva disputa en las páginas de un singular libro de poesía joven chilena. “Conmemoración de inciertas fechas y Otro Poema” del poeta Ajens (Ediciones Intemperie, 1992) se sitúa en las antípodas del convencionalismo lírico. Inclusive desdice las prácticas escriturales al (ab) uso de la actual generación, imponiéndose un registro desusado pero terriblemente poético: órfico, al decir de Gonzalo Rojas (una de las tantas deudas-homenajes-claves del texto) Re-escribirlo todo, incesante en la lucidez que va borroneando con la escritura los rastros de cuanta lectura anterior sostienen tal andamiaje verbal. Poetas invitados al banquete ¾los reconocibles, claro¾ Homero, Rimbaud, Apollinaire, Celan, Huidobro, etcétera de etcéteras diría un nuevo evangelista, no el apócrifo escriba de este papiro salutatorio.

¿Quién es este poeta Ajens que se atreve al desacato mayor tan pronto? ¿O debemos referirnos al cronista capitalino. Benjamin [Artaud] o Nadie, nacido en Concepción como autor confeso de estas líneas torcidas? La cita, la contra-cita, la intertextualidad desbocada en boca de tal contradictor, la gran contradicción del verbo, el zurcido invisible en nombres, títulos y versos tachados, como si de pronto apareciese Juan Luis Martínez a estas horas, sonriendo su heredad, tan noble al repartir el Misterio entre los recién asomados a la noria vacía. Tatuajes al desnudo de un ojo que debió mirarse desde la otredad, en la sedienta lengua apátrida del joven poeta volviendo a pie a su Charleville imaginario.

El libro posiciona como figuras tutelares o cariátides a los poetas hermanos: Humberto Díaz Casanueva y Rosamel del Valle, desde allí inicia un paseo por la casa de citas, feria de espejos y salón de la fama de sus autores por siempre revisitados. Incluidos los que aún nada significan para nuestra ignorancia: Edgar Jene, Efraín Tomas Bo, Marina Tsvetaieva, Florencia Guiraldes, a los que habrá que aplicarse, seguro. ¿Quieren oírle ya? “A medio camino a ninguna parte, vendiendo rifles metafísicos al sur de Adén…” (pág. 17) “¿Quién va a tomar la palabra ahora? Lo antiguo, lo más antiguo de lo antiguo, aloja en su lengua imaginada…” (pág. 21). “El tú que eres yo, yo también, y tú, no tú, Ajens, circunciso…” pág. 27). “Escucho / La precipitación de las / Semillas…” (pág. 39).

Un libro vaciado de sí mismo, simbólicamente vacuo en su textura transparente. Todo lo que veis, no lo habéis visto sino a través de mí… Parece arrogarse, Ajens, nuestro aduanero nada de ingenuo en el bosque de la literatura finisecular. Pero las señas de identidad post-demasiadas aguas, le consigna como cachorro de tigre oracular, más preocupado de las rayas que del itinerario de su pie. Allí le acompañan Joe Walsh, Wim Wenders y sus ángeles en blanco / negro, recorriendo la ciudad cifrada. Bajo el parpadeo de las esfinges, sobre estos territorios crepusculares, le hallaremos. El más solitario de los poetas abandonó el rebaño y aún se le esperaría nuevos quinientos años por leerle “otro poema”…

“Quizás sea el tejido de un antiquísimo presente, quizás, un aletear de piedra floreciendo, para volver allí donde nunca fuimos, y así ser otra vez un ayuno de ti mismo, lector escrito…” (pag. 33). Hemos dicho que este libro singular requiere de un esfuerzo de lectura casi tan arduo como fue el escribirle. Por lo mismo, su goce está asegurado tras la cabalgata vía Andes-Alpes Himalayas y toda altura irrespirable para los mediocres, los insensibles y los malqueridos de la actual poesía chilena que no se está escribiendo sino peor, nos estará leyendo en la desgarradura, el desvestimiento final de un (a) siglo (a) falaz.

Supl. Arte y Cultura, El Mercurio, Valparaíso, 1-XII-93.